Cómo ser un poco más feliz: la raíz del descontento
Intentando averiguar cómo ser un poco más feliz, me invade la ansiedad. La falta de orden interno se manifiesta en lo que algunos denominan angustia existencial. Es un miedo a ser, que no hay sentido en la vida y que la existencia no vale la pena. Nada parece tener sentido.
Un sentimiento de que nos han mentido, de que nos han engañado es la consecuencia comprensible de ello. Desde la infancia nos han condicionado para que creamos que un destino benigno cuidará de nosotros.
Más pronto o más tarde nos despertamos solos, y vemos que este mundo rico, científico y avanzado no va a darnos la felicidad.
Tras cada éxito vemos que el dinero, el poder, la posición social y las posesiones, por si mismas, no añaden ni un ápice a la calidad de vida. Las religiones son solo intentos que han tenido un éxito temporal en manejar la falta de sentido de la vida; no hay respuestas permanentes.
Mientras que la humanidad ha incrementado colectivamente sus poderes materiales cientos de veces, no ha avanzado mucho en términos de mejorar el contenido de su experiencia.
Recuperar la experiencia
¿Cómo ser un poco más feliz? Para ser un poco más felices, debemos independizarnos del entorno social hasta que no respondamos en términos de recompensas o castigos. Para obtener esta autonomía personal debemos aprender a darnos recompensas. Tenemos que desarrollar la habilidad de encontrar diversión y propósito sin tener en cuenta las circunstancias externas. Esta habilidad está al alcance de todos y requiere de perseverancia, de un cambio de actitud sobre lo que es importante y lo que no lo es.
La esencia de la socialización es hacer depender a las personas de los controles sociales. Hacerlos responder de forma predecible a las recompensas ya los castigos. Esto se consigue cuando las personas se identifican tan profundamente con el orden social que no pueden imaginarse a sí mismos rompiendo alguna de sus reglas.
Conseguir el control y ser más felices
Uno debe conseguir el control sobre los impulsos instintivos para conseguir una independencia sana en la sociedad. Mientras respondamos de forma predecible a lo que sentimos como bueno y como malo, es fácil que los demás exploten nuestras preferencias para sus fines. Una persona totalmente socializada es la que desea solo la recompensas que aquellos que la rodean han decidido que debe desear (recompensas que a menudo se apoyan en los deseos genéticamente programados). Una persona que no puede desoír las instrucciones genéticas cuando es necesario siempre resulta vulnerable.
Podremos encontrarnos con miles de experiencias que potencialmente podrían llenarle, pero no se da cuenta porque no son las cosas que desea. Lo que importa no es lo que tiene ahora, si no lo que podría obtener si hace lo que los otros desean que haga. Atrapado por la trampa de los controles sociales, esta persona sigue luchando por un premio que siempre se disuelve entre sus manos.
En una sociedad compleja, muchos grupos poderosos se ocupan de la socialización, y a veces con objetivos aparentemente contradictorios. Las instituciones oficiales, escuelas, iglesias y bancos intentan convertirnos en ciudadanos responsables que desean trabajar duro y ahorrar. Por otro lado los comerciantes, fabricantes y publicistas nos tientan para darles la mayoría de beneficios a ellos. El sistema subterráneo de los placeres prohibidos regido por jugadores, proxenetas y traficantes de droga, nos promete recompensas de placer fácil.
Los mensajes son muy diferentes, pero su resultado es esencialmente el mismo: hacernos dependientes de un sistema social que explota nuestras energías para sus propios propósitos.
Desarrollar objetivos
La solución para ser un poco más feliz es sustituir las recompensas de la sociedad por recompensas que estén bajo el poder de uno mismo. Esto significa que además, o en lugar de los objetivos con los qué otros no seducen, debemos desarrollar unos objetivos propios. El paso más importante es la habilidad de encontrar recompensas en los acontecimientos de cada momento. Si aprendemos a disfrutar y encontrar significado en la corriente incesante de experiencias, el peso de los controles sociales cae. En lugar de estar siempre esforzándonos para alcanzar el premio que está fuera de nuestro alcance, uno empieza a recoger las recompensas verdaderas de la vida.
Pero no es abandonándonos a los deseos instintivos como nos liberaremos de los controles sociales. También debemos independizarnos de los dictados del cuerpo, aprender a tomar el control de lo que sucede en nuestra mente. El placer y el dolor suceden en la conciencia y existen solo en ella. Mientras obedezcamos los hábitos de estímulo-respuesta socialmente condicionados que utilizan nuestras inclinaciones biológicas, estaremos controlados por el exterior.
Cómo ser un poco más feliz: La Psicología Positiva
Cómo ser un poco más feliz: Vías de liberación
El tipo de conocimiento que uno precisa para averiguar cómo ser un poco más feliz, no es acumulativo. No puede condensarse en una fórmula, no puede memorizarse y luego aplicarse de forma rutinaria. El control sobre la conciencia no es simplemente una habilidad cognitiva, al menos tanto como la inteligencia. Necesita de la colaboración de las emociones y de la voluntad. No es suficiente saber cómo hacerlo; debemos hacerlo de forma continuada, como los atletas o los músicos deben practicar lo que saben en teoría. El progreso es algo relativamente rápido pero es lento cuando el conocimiento se aplica a modificar nuestros hábitos y deseos.
Volviendo a la pregunta ¿cómo conseguir el dominio sobre la propia vida y liberarse de los controles de la sociedad?
El modo es controlando la conciencia, que nos conduce al control sobre la calidad de la experiencia. Cualquier pequeña ganancia en esta dirección va a hacer que nuestra vida sea más rica, más divertida, con más significado.
En Psicología Relacionarte trabajamos contigo para empezar a describir los modos en los cuales podemos mejorar la calidad de la experiencia, ayudándote a recordar brevemente cómo funciona la conciencia y qué significa realmente tener experiencias. Si sabemos esto, podemos conseguir con mayor facilidad la liberación personal.
¿Dónde escondieron la felicidad?
Estaban los dioses de la antigüedad afanados diseñando el mundo cuando, para finalizar su gran obra, les llegó el turno de la creación del ser humano.
Decidieron hacer al hombre a su imagen y semejanza. El ser más perfecto y querido de toda su creación. Su obra maestra.
Le otorgaron todo cuanto otros seres podían desear: prendieron en él la chispa de la razón, le otorgaron el fuego de la voluntad, le dieron libertad, amor por la verdad, capacidad de enamorarse…
Pero estuvieron de acuerdo en que los hombres no podían tenerlo todo, pues entonces se convertirían en otros dioses. No habría nada que les diferenciara de ellos.
Y en la asamblea de dioses convinieron en que lo mejor era esconder el bien más preciado, el secreto de la existencia, aquello que haría que sus vidas tuvieran sentido, en un lugar en el que al hombre le fuera difícil encontrarlo:
Decidieron que debían ocultar las llaves de la felicidad.
Algunos decían: “debemos ocultar la felicidad en el fondo del océano“. “¡No! -decían otros- porque les hemos dado la inteligencia y con sus avances científicos y tecnológicos habrá un momento en que conquisten el fondo de los mares y las encontrarán fácilmente.”
Otros decían: “pues escondamos las llaves de la felicidad en lo más alto del cielo“. “¡No!, eso es imposible. Les hemos dado afán de superación y ganas de explorar todo lo desconocido. Pronto el hombre podrá volar y no será un problema encontrar las llaves de la Felicidad.” Hubo otras muchas más propuestas: en el interior de un volcán, debajo de todas las rocas de la tierra, incluso en otros mundos… pero el hombre siempre sería capaz de encontrarlas.
Hasta que finalmente uno de los dioses más sabios y expertos dijo:
“Vamos a esconderlas en un lugar que el hombre nunca podrá imaginar. Un lugar donde por más que busque tardará en encontrar, el lugar más recóndito de todo el Universo y donde el hombre tardará más en buscar”.
-¿Cuál es ese lugar? – preguntaron los demás.
-“Esconderemos las llaves de la felicidad en el interior del hombre. Estarán tan afanados en buscar la felicidad fuera de ellos que nunca se darán cuenta de que la llevan dentro.”
Y así hicieron.