Compasión: conciencia y deseo de calmar el sufrimiento

La compasión tiene muchas definiciones diferentes en el diccionario, algunas de las cuales son de lástima y otras de simpatía. Una de las definiciones más utilizadas en el estudio de la compasión señala que es una profunda conciencia y deseo de calmar el sufrimiento de otro. Existe cierta controversia sobre si la compasión es un estado afectivo que motiva el comportamiento compasivo o es un motivo primario que da lugar a la emoción. La compasión se ha convertido en un foco para la investigación internacional en el comportamiento prosocial.

Tiene su origen en la psicología budista y que ha sido practicada y estudiada desde hace más de 2600 años. Sólo recientemente la psicología contemporánea ha empezado a manifestar un interés por incluirla en el ámbito clínico e investigativo (Neff y Germer, 2013). La palabra compasión se puede descomponer en dos elementos derivados del latín: Com (junto con) y pathos (sufrimiento).

Definiciones

En el marco cultural grecolatino la compasión se asocia a estar en sintonía con el sufrimiento, lo cual se ve confirmado por definiciones como la que ofrece la Real Academia Española (2001) que define compasión como “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”.

Desde una perspectiva budista la compasión implica también estar en contacto con el sufrimiento, pero además incorpora el sentirse motivado por aliviar el sufrimiento de los demás y de uno mismo (Hanh, 2004; Kornfield, 2008; Neff, 2003b), incluyendo así el componente activo de buscar el alivio del sufrimiento y el cultivo del bienestar. Una de las características de la compasión es su creatividad en medios apropiados para favorecer el despertar y la liberación de cada uno, (Triet 2001).

En palabras del Dalai Lama (2002), “la compasión sirve de bien poco si permanece sólo como una idea y no se convierte en una actitud hacia los otros que imprime su huella en todos nuestros pensamientos y acciones”. Esta perspectiva parte de la base de un no-dualismo entre sujeto y objeto, y de la existencia de una íntima relación entre la persona y su entorno. Esta interdependencia le da sentido a la compasión y a la autocompasión, como lo señala Kornfield (2008).

Capacidad biológica de cuidar

Se considera que la compasión evolucionó con el apego en los mamíferos. Está arraigada en la capacidad de experimentar sentimientos afiliativos, de ser amado y ser capaz de amar a otros como elementos indispensables de un proceso adaptativo. La compasión, como una respuesta ante el sufrimiento de uno mismo y de los demás, se puede considerar un elemento que forma parte de una serie de repertorios conductuales que sirven para apoyar la supervivencia propia y del resto de los miembros de la especie (Gilbert, 2013). La esencia del comportamiento de cuidado infantil de los mamíferos es estar atento a la angustia y las necesidades de otro (un bebé). También tomar medidas para prevenir y aliviar la angustia y sufrimiento futuros, apoyar el crecimiento y preparar a la descendencia para los desafíos de la independencia.

Lo que distingue la compasión del cuidado básico no humano es que la compasión humana requiere un conjunto particular de competencias cognitivas. Estas han ido evolucionando durante los últimos 2 millones de años más o menos (Dunbar, 2016, Gilbert, 2005, Suddendorf, 2018). Incluyen una gama de habilidades de razonamiento complejas que permiten diversas formas de autoconciencia, pensamiento simbólico y sistémico, mentalización, reflexión sobre el pasado y predicciones conductuales contingentes del futuro.

Inclusión en la psicología

La terapia centrada en la compasión propone fortalecer nuestra mente compasiva mediante estrategias dirigidas a aprender a focalizar nuestra atención. Así como a motivarnos, a trabajar con imágenes mentales, y a pensar, sentirnos y comportarnos de formas compasivas. Para crear un cambio positivo en la psicoterapia la compasión es uno de los factores más importantes.

Sin embargo, no todos somos conscientes de que la compasión es una habilidad que puede desarrollarse a través de la práctica. Nuestra vocación más alta como seres humanos consistiría en aliviar el sufrimiento y en aportar bienestar a los demás y a nosotros mismos. La compasión como conciencia y deseo de calmar el sufrimiento. Como dice la maestra budista Pema Chödrön (2010), «para tener compasión por los demás, hemos de tener compasión por nosotros mismos». Enseñar a practicar la autocompasión en la consulta de psicología, permite que los clientes desarrollen una gran consideración positiva, relajante y reconfortante en su interior. Esto permite que se vuelvan más resilientes y que estén en mejores condiciones de regular sus emociones.

El entrenamiento de la autocompasión no solo disminuye la depresión y la ansiedad. También incrementa la felicidad y la satisfacción de las relaciones (Neff, Kirkpatrick, y Rude, 2007; Neff y Germer, 2013).

Compasión y autocompasión

Sharon Salzberg (1995) enfatiza la autocompasión como uno de los elementos centrales de la práctica de mindfulness. De acuerdo a Germer y Siegel (2012) la compasión implica un sentimiento de bondad, cuidado y comprensión por las personas que sienten dolor, junto con el deseo emergente de aminorar su sufrimiento. Esto implica un reconocimiento de compartir la condición humana, frágil e imperfecta.

La autocompasión incluye responder con cariño y amabilidad ante el propio sufrimiento, y brindarnos a nosotros mismos la misma serenidad, cuidado, apoyo y consuelo que de forma natural mostramos a quienes queremos cuando sufren, fracasan o se sienten inadecuados. Según Neff, tiene tres componentes: la autoamabilidad, como alternativa a la autocrítica; el sentimiento de pertenencia a una humanidad común, como alternativa al sentimiento de aislamiento, y la atención plena o mindfulness, como alternativa a la sobreidentificación con los propios pensamientos o emociones.

Kristin Neff, docente de la Universidad de Texas. Neff (2012) señala que la autocompasión tendría tres componentes interrelacionados que, de entrenarse, pueden manifestarse ante situaciones de dolor emocional:

  • Bondad con uno mismo, entendida como el tratarse a uno mismo con cuidado y comprensión, en vez de hacerlo con un juicio crítico.
  • Reconocer la humanidad compartida, entendida como el reconocimiento que los demás pasan por sufrimientos similares a los propios.
  • Finalmente mindfulness, entendido como la capacidad de darse cuenta, de prestar atención y de aceptar lo que está ocurriendo en el momento presente.

En el contexto de la autocompasión, la capacidad de tener una consciencia equilibrada y tomar distancia de los propios pensamientos y sentimientos, o la evitación de la experiencia presente (Neff, 2003b).

Autocompasión y conciencia plena

La autocompasión está íntimamente relacionada con la práctica de la conciencia plena (mindfulness). Ambas se han ganado el respeto profundo de algunas de las voces más influyentes en el campo de la salud mental (Kabat-Zinn, 2003). La conciencia plena puede entenderse como una manera especial de prestar atención. Centramos nuestra conciencia en el momento presente, y aceptamos plenamente nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras sensaciones corporales. En vez de perdernos en remordimientos por el pasado o en preocupaciones por el futuro, estamos completamente presentes en el aquí y ahora. Al desarrollar este modo de prestar atención, nos mantenemos anclados y nos volvemos más pacíficos, resilientes y cariñosos.

El problema de la autocrítica

Tenemos tendencia a juzgarnos y a criticarnos a nosotros mismos por cualquier situación en la que no estamos a la altura de nuestros estándares idealizados. Incluso aquellos de nosotros que valoramos realmente la autocompasión podemos ser sumamente malos con nosotros mismos en determinadas ocasiones. Los pensamientos negativos y críticos constituyen la raíz de muchos de los síntomas que se presentan en consulta. Pueden llevar a la depresión, a la ansiedad, a la adicción e incluso al suicidio. De hecho, los investigadores han descubierto que la autocrítica es uno de los factores que mejor pronostican los problemas graves de salud mental (Harter, 1993).

Los efectos de la compasión en la salud

La evidencia obtenida hasta ahora indica que la compasión tiene efectos benéficos en la salud. Además ayuda a las personas a estar fisiológicamente mejor reguladas en relación a las hormonas de estrés, el sistema inmunológico, el procesamiento cortical frontal y la creatividad. Al mismo tiempo fomenta estados de bienestar y ayuda a las personas a hacer frente de mejor manera a toda una variedad de deseos, fantasías, miedos, enojos, recuerdos traumáticos y situaciones de estrés. (Gilbert, 2013; Leaviss y Uttley, 2015; Ozawa et al., 2012).

Las principales ventajas de la compasión son que cuando pensamos, sentimos y actuamos según ella, mejora nuestro bienestar y nuestra salud. Es decir, funcionamos mejor si nos sentimos tratados con amabilidad, afecto y cuidado que si nos sentimos tratados con hostilidad, desdén y desprecio. Y, también funcionamos mejor si somos amables, sociables y deseosos de cuidar a los demás (compasivos), que si estamos dominados por el odio o la rivalidad.

En Psicología Relacionarte te enseñamos estrategias para desarrollar compasión, conciencia y fomentar el deseo de calmar el sufrimiento. También a mejorar tu satisfacción vital, aprendiendo a manejarte con las dificultades emocionales. La intención es que puedas incorporarlas a tu quehacer cotidiano.